Yo no sentía el menor deseo por Catherine Lechardoy; no tenía las más minimas ganas de tirármela. Ella me miraba sonriendo, bebía Crémant, intentaba ser valiente; sin embargo, yo lo sabía, tenía una enorme necesidad de que alguien se la tirase. El agujero que tenía en el bajo vientre debía de parecerle de lo más inútil. Uno siempre puede cortarse la polla, pero ¿cómo se olvida la vacuidad de una vagina? (...)
* Michel Houellebecq
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